Última actualización: 28.10.20

 

Tan importante como el mantenimiento de nuestros neumáticos es el cuidado de las llantas sobre las que las ruedas se montan. Con estos pequeños consejos te será más fácil saber exactamente qué hacer y aprovechar al máximo tus llantas y neumáticos, ganando en seguridad e imagen para tu vehículo.

 

Cuando rodamos en carretera con nuestro vehículo, el neumático es la parte que mantiene el contacto con el suelo. Sin embargo, no todo el rodaje tiene que ver con el neumático sino que también tiene una considerable importancia la llanta sobre la que se monta. Una llanta que mantiene el neumático en su lugar y que se conecta directamente al eje de transmisión, por lo que es la responsable de enviar la fuerza del motor a los neumáticos. Una tarea lo suficientemente importante como para que le dediquemos algo de tiempo a cuidar adecuadamente de las mismas, de la misma manera en que dedicaste tiempo a buscar las mejores llantas para tu coche.

 

Rotación de las llantas

Tal como ocurre con los neumáticos, el proceso de rotación también es importante para las llantas, dado que este ayuda a ir eliminando los posibles vicios creados por la suspensión en el comportamiento del conjunto rodante. Así que si rotamos nuestros neumáticos también vamos a cuidar mejor de nuestras llantas y su estructura.

Respecto del proceso de rotación, este depende del tipo de vehículos que tengamos. Si el vehículo es de tracción delantera y monta neumáticos direccionales, esto se traduce en que las ruedas delanteras se colocarán en la misma posición de las traseras y a la inversa. En caso de que hablemos de un vehículo con tracción a las cuatro ruedas, sin ruedas direccionales, el proceso de rotación es doble. En primer término cruzaremos en X las ruedas, de modo que la llanta delantera izquierda vaya a la posición trasera derecha, mientras que la trasera izquierda vaya a la delantera derecha. En el siguiente ciclo rotaremos los neumáticos y llantas directamente de delante a atrás, a la manera convencional.

La última cuestión sobre la rotación de las llantas tiene que ver con la frecuencia de las rotaciones. Esta frecuencia es variable, dependiendo del tipo de uso que le demos al vehículo. No obstante, como orientación general, para un uso mayoritario en carretera, autopista y autovía se recomienda que la rotación de llantas y neumáticos se realice cada 10.000 kilómetros aproximadamente.

 

 

La importancia de un buen equilibrado

Otro aspecto fundamental para que tus llantas duren por más tiempo en buen estado y cuiden adecuadamente de los neumáticos tiene que ver con el equilibrado. Dado que el conjunto de neumático y llanta no es un elemento diseñado en conjunto bajo una tecnología precisa, cuando el conjunto rueda sobre la carretera se producen oscilaciones derivadas de ese sistema de fabricación. Unas oscilaciones que afectan a la manera en que conducimos, pudiendo deteriorar incluso el resto de elementos de nuestro coche, tales como la suspensiones o los ejes, en caso de que las oscilaciones sean de gran tamaño.

Para evitar estos problemas, siempre que cambiemos neumáticos debemos equilibrar las llantas. El proceso se realiza con la llanta y el neumático debidamente montados e inflados, de la misma manera en la que rodaría el conjunto sobre el vehículo. Este conjunto se monta sobre la máquina equilibradora, que indica las pesas que deben colocarse a fin de que el juego de neumático y llanta ruede correctamente nivelado.

Sin embargo, es posible que estas pesas se desprendan con el uso. Algo que puede deberse a los baches, al calor que deteriora los adhesivos de las pesas para llantas de aleación, o bien a un bordillazo o golpe, que suelte alguna de las pesas de los laterales. Esto se percibirá directamente en la conducción, con problemas como vibraciones y otra molestia. Por eso conviene que, en cada rotación, se proceda al equilibrado de los neumáticos. Una medida que garantiza una mayor seguridad durante la ruta y también una mejor salud para nuestras llantas.

 

Arreglando defectos

Uno de los principales problemas que tienen las llantas, tanto las de aleación como las convencionales, son los golpes. Un bordillo al que nos acercamos con más velocidad de la debida, una banda sonora mal hecha como suelen estar casi todas o un bache en carretera pueden ser causas de deterioro en las llantas.

Este deterioro puede ser meramente estético… pero también puede ser un problema si afecta a la zona exterior de la llanta. En este caso, es posible que el deterioro de la llanta en el exterior de la misma pueda causar una pérdida catastrófica de aire en el neumático, al no ser capaz de soportar la estanqueidad que los neumáticos actuales requieren.

Así que además de tener cuidado a la hora de conducir, para evitar este tipo de golpes, también es fundamental verificar los posibles daños que tengan las llantas en su exterior. El problema es que si nuestras llantas se deterioran seguramente necesitemos recurrir a ayuda profesional para repararlas. Algo que es imprescindible en las llantas de aleación o aluminio, dado que las metálicas o de hierro todavía pueden arreglarse con un martillazo certero, siempre que sepamos cómo darlo.

 

Cuidado estético

Más allá del cuidado general de este tipo de elementos, mantener nuestras llantas con un mejor aspecto también es otra de las labores que debemos hacer. Para ello, es importante que cuando limpiemos nuestro coche usemos productos específicos para llantas, como los limpiadores que se han diseñado de forma concreta para esta parte del vehículo.

El problema surge cuando las llantas se arañan o se rozan. Es cierto que este tipo de problemas puede solventarse, pero no es un proceso sencillo. Sin entrar en demasiado detalle, el proceso de reparación de una llanta rayada requiere de un proceso inicial de lijado, para igualar adecuadamente el acabado y el material. Una vez lijada la llanta y corregidos los posibles defectos existentes será momento de pintar la misma, con un producto específico para estos productos. No te olvides de lacar la pintura, como paso final, para que la misma tenga la resistencia adecuada. Por cierto, aunque es algo estético principalmente, un rayón profundo y que no se repare correctamente puede acabar causando la presencia de óxido en el material, o bien afectando a la unidad estructural de la llanta.

 

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